lunes, 10 de junio de 2013

Vacunas: Mitos y Realidades*

Un par de pinceladas antes de empezar:

Vacuna contra la polio

Un grupo de talibanes asesinó a una delegación de trabajadorxs de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que estaban realizando una campaña de vacunación contra la poliomielitis en Pakistán,  porque según el grupo armado consistía en un intento de occidentalización de las costumbres autóctonas y de esterilización de la población musulmana. Fue también una represalia pues sospechaban que las redes de vacunación eran una tapadera de los servicios secretos de Estados Unidos con el fin de atrapar a Ben Laden.

 UNICEF publicó el abril pasado un informe sobre el bienestar infantil en los países ricos, donde se valoraba la  tasa de cobertura vacunal frente a la difteria, tétanos y tos ferina como uno de los índices de bienestar infantil. El informe alertaba sobre la disminución de las tasas de vacunación. En España es todavía superior al 95%, pero tres de los países más ricos de la OCDE, Candada, Dinamarca y Austria, tienen tasas de vacunación inferiores al 90%, umbral de vacunación que la OMS considera como mínimo para lograr una protección efectiva de la población.



Podría sospecharse que las bajas tasas de inmunización en países como Austria, Canadá y Dinamarca se han visto afectadas por rumores, basados en investigaciones desacreditadas, que vinculan la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubéola) con el autismo. Esto en realidad no vendría a «justificar» las bajas tasas de cobertura, porque llevar a cabo un programa de inmunización de calidad debería implicar que el público esté bien informado y evitar que una información falsa ponga a lxs niñxs en peligro. Debería.

De hecho, el pánico a la triple vírica no parece ser la causa principal de las bajas tasas de inmunización en Austria, Canadá y Dinamarca, pues las tasas siguen siendo bajas incluso cuando se excluye de la ecuación la vacuna contra el sarampión (en Canadá, la tasa de inmunización contra el sarampión es superior a la de DPT3 o a la de la polio).

propaganda antivacunas
En este artículo comentaremos los principales mitos que rodean a la vacunación, analizando lo que hay de cierto y de falso en ellas, para que al final seas tú quien decida, pero eso sí, con conocimiento de causa.

Desde el comienzo de la vacunación universal siempre han surgido detractores de esta estrategia de salud pública. No sólo de la inmunización en general, sino de algunas vacunas en concreto o de algún aspecto relacionado con las vacunas. Por ejemplo la presencia de coadyuvantes, la combinación de varias vacunas, la aparición de determinadas reacciones adversas que en algunos casos producen algunas vacunas, la posible asociación con determinadas enfermedades, etc.

A  pesar de estas críticas, la vacunación está reconocida como una de las estrategias que mayor impacto ha provocado en la salud pública, y ha logrado no sólo la reducción sino la eliminación de enfermedades prevenibles, lo cual se ha conseguido logrando elevadas coberturas como resultado del compromiso político por parte de las autoridades, la capacidad técnico operativa de los países, y también la sostenibilidad económica de los programas de inmunización. Gracias a esos esfuerzos fue posible erradicar la viruela, se ha eliminado prácticamente la poliomielitis y se ha reducido mucho la circulación del sarampión autóctono. Se está avanzando en la eliminación del tétanos prenatal, de la rubeola y del síndrome de rubeola congénita. Pero para alcanzar estos objetivos y mantenerlos es necesario alcanzar coberturas elevadas, que sean homogéneas en el interior de los países y que sean sostenidas en el tiempo.

Viruela
Sin embargo, como decía, a lo largo de la historia de la vacunación han surgido algunos grupos  detractores con motivaciones en algunos casos religiosas, en otros casos filosóficas, políticas, que han atribuido falsas propiedades y efectos a las vacunas. Las posibles causas de este rechazo por parte de esos grupos pueden relacionarse con que la percepción de la enfermedad ha cambiado. Como muchas de estas enfermedades prevenibles por vacunación o bien han sido erradicadas o su incidencia en la población ha disminuido considerablemente, las personas hemos perdido la referencia de los efectos deletéreos, dañinos, que tenía la enfermedad. Y como personas sanas empezamos a preocuparnos, no por la enfermedad, sino por los posibles efectos secundarios que las vacunas nos puedan producir. Y aunque estas actitudes se han circunscrito todavía a algunas comunidades en contextos particulares, se están extendiendo y ponen en peligro el éxito de los programas de inmunización.

Sarampión
Pero empecemos antes haciendo un poco de historia. Como sabrás, la humanidad conoce los fenómenos inmunitarios desde la antigüedad más remota. Era bien conocido que aquellas personas que sobrevivían a las epidemias de peste y habían padecido la enfermedad, no volvían a padecerla a lo largo de su vida. Estas observaciones encontraron una utilidad práctica en el siglo X, cuando los turcos introdujeron la costumbre de inocular a sus hijas recién nacidas con extracto de las pústulas de las víctimas de viruela. De esta forma inmediatamente después del nacimiento las protegían de manera que no contraían la enfermedad más tarde y se evitaba que quedasen con marcas en el rostro, hecho que reducía su valor en el mercado de concubinas para los ricos.

Mucho tiempo después, en el siglo XVIII, Lady Mary Wortley Montague, esposa del embajador inglés en Constantinopla, administró extractos secos de pústulas de viruela a sus hijxs recién nacidos, procedimiento habitual en ese lugar y época. Los resultados fueron muy buenos, sus hijxs no enfermaron, y ella misma transmitió su entusiasmo y la técnica a la que entonces era Princesa de Gales, que más tarde sería la reina esposa de Jorge II, e introdujo esa práctica en Gran Bretaña. Evidentemente no carecía de peligros, sin embargo era comprensible que se corrieran esos riesgos considerando los fallecimientos que se producían en las epidemias de viruela, sin contar el hecho de que gran parte de lxs supervivientes acababan con el rostro desfigurado. La introducción de esta técnica fue muy discutida en la época pero el respaldo de los Príncipes de Gales ayudó a difundir el procedimiento.


La primera vez que este procedimiento fue usado con una base medianamente científica fue cuando Edward Jenner, un médico rural inglés, realizó la siguiente observación: había una parte de la población que no experimentaba la viruela. Se trataba de las ganaderas que trataban con vacas.  Jenner observó que esta parte de la población expresaba en sus manos unas lesiones muy parecidas a las de la viruela, pero cuando eso ocurría el individuo quedaba protegido para una futura infección por el virus que producía la viruela, que sí afectaba al resto de la población. El médico inglés interpretó ese hallazgo acertadamente, pensando que las granjeras al ordeñar las vacas contaminaban sus manos con pústulas de unas versiones muy parecidas a las que producía en el hombre la viruela que expresaban las vacas en sus ubres, de tal manera que padecían una forma benigna de la enfermedad que no pasaba de sus manos, pero que les protegían frente a la viruela generalizada que experimentaban sus vecinxs. Jenner pensó que tomando una muestra de las pústulas de las ubres de las vacas e inoculándola en un individuo sano, probablemente este individuo quedaba protegido frente a la forma severa de la viruela.

Vacuna antiviruela de Jenner
Hizo un primer experimento en el año 1796 cuando inoculó a un niño con la citada vacuna. El niño quedó protegido y no padeció la enfermedad  aún después de ser inoculado con el virus de la viruela. Sus resultados fueron concluyentes. Sin embargo, cuando publicó esos resultados en la Real Sociedad y los comunicó a la Sociedad Médica de Londres, muchos médicos se opusieron a las técnicas de Jenner con el pintoresco argumento de que quienes se sometieran a dicho método poco a poco irían pareciéndose a las vacas, debido al origen del agente inmunizador. Para probar lo infundadas que se encontraban esas afirmaciones, Jenner aplicó la vacuna a su propio hijo de cinco años. Pensaba que con eso aplacaría las iras de sus adversarios y los convencería, pero no lo logró. El convencimiento empezó a adquirirse en Inglaterra cuando en España se organizó la real expedición filantrópica de las vacunas que fue realizada por un médico español, francisco Javier Balmis, que pasó hace 200 años por Tenerife en una expedición que fue apoyada y financiada por Carlos IV, el cual quedó entusiasmado por la idea de que los habitantes de su imperio quedaran protegidos de la viruela. Él  estaba obsesionado con esa enfermedad porque su hija, la infanta María Luisa la había padecido y tenía el rostro lleno de marcas y cicatrices.

Vacunados convirtiéndose en vacas..
La real expedición filantrópica de la vacuna organizada por los españoles fue un éxito y gran parte del mundo conocido quedó protegido frente a la viruela. Pero el espaldarazo último lo dio Napoleón cuando ordenó aplicar la vacuna a todas sus tropas, dejando a todo su ejército protegido frente a la viruela. Estas acciones supusieron un espaldarazo a las investigaciones de Jenner, que de haber sido denostado e incluso expulsado de la Asociación Médica de Londres, empezó a recibir honores hasta el punto de que quisieron ofrecerle un puesto en el gobierno.

Sin embargo la inmunología moderna comenzó algo más tarde, y tal vez su inicio fuera un experimento elegante aunque casual del químico y bacteriólogo francés Louis Pasteur, el fundador de la microbiología como ciencia. En 1880 Pasteur estaba realizando experimentos con pollos para descubrir los mecanismos de transmisión de una enfermedad, la peste aviar, que se contagiaba entre ellos y acababa con las poblaciones de aves de corral en Francia. Inoculaba la bacteria responsable de la peste aviar a pollos y evaluaba el curso de la enfermedad. Pero cuenta la historia que Pasteur se iba a ir de vacaciones y encargó a su ayudante Charles Chamberland la inoculación a un grupo de pollos de la bacteria antes de que también se fuera de vacaciones. Pero olvidó hacerlo. Y cuando volvieron de su descanso los pollos seguían sin inocular y el cultivo de bacterias seguía donde lo habían dejado. Pasteur inoculó a los pollos de todos modos, pero los animales no murieron. Desarrollaron algunos síntomas de la enfermedad, una versión leve, pero sobrevivieron. El ayudante se avergonzó tanto que iba a matar a los animales y empezar de nuevo, pero Pasteur lo detuvo. Porque conocía la idea de la vacunación, los trabajos de Jenner y con esa idea expuso una vez más a los pollos al agente patógeno, no desarrollando la enfermedad. La inoculación con el cultivo que había envejecido, inactivado gracias al descuido de Chamberlain, los había protegido frente al desarrollo de la enfermedad.

Louis Pasteur
Por consiguiente Pasteur no desarrolló la primera vacuna. Ésta la había desarrollado Jenner, pero sí fue la primera vacuna en la que se utilizaba bacterias artificialmente debilitadas, de tal forma que a partir de ese momento no era necesario ir a buscar bacterias naturalmente debilitadas para proteger a la población, sino que la propia bacteria causante de la enfermedad podía servir para la vacunación siempre que fuera adecuadamente atenuada. Y en honor a Jenner, Pasteur denominó vacunación a la inoculación con microorganismos atenuados aunque en este caso no procediera de las vacas como si ocurría en los trabajos de Jenner.

Pasteur puso este descubrimiento inmediatamente en práctica para otras enfermedades. La primera que ensayó fue la protección del ganado frente al carbunco (ántrax), enfermedad producida por una bacteria, y comprobó que ese microorganismo inoculado en conejos quedaba muy debilitado al cabo de un tiempo. Y cuando esa bacteria se extraía de conejos y se inoculaba en cerdos, vacas y ovejas, resultaba ser mucho menos virulenta. Fue un experimento muy espectacular y divulgado, Pasteur demostró en 1881 la eficacia de estos organismos atenuados para prevenir el carbunco en el ganado y lo hizo inoculando a la mitad de un rebaño de ovejas con la bacteria causante del carbunco atenuada. Después inoculó a todo el rebaño con la bacteria viva. Las ovejas inoculadas con la vacuna sobrevivieron y las que no murieron, lo que demostraba que la vacuna protegía frente a la enfermedad.

También hizo estudios sobre otras enfermedades, por ejemplo sobre la rabia, que hoy sabemos que está producida por un virus. Pasteur no lo sabía, y encontraba que cuando usaba conejos infectados por la enfermedad y estos morían, sacaba de su tejido nervioso el agente patógeno, que aparecía ya debilitado, e inoculado en otros animales los protegía frente a la rabia. En 1885 aplicó por primera vez a un ser humano la protección mediante una vacuna. Un niño fue mordido por un perro rabioso cuando la vacuna de Pasteur había sido probada sólo en unos cuantos animales. El niño iba sin duda a morir cuando desarrollase la enfermedad, pero Pasteur, que no era médico sino químico, podía someterse a un problema legal. Sin embargo, tras consultar con sus colegas, el químico se decidió a inocular la vacuna al muchacho. El tratamiento tuvo un éxito absoluto, el niño se recuperó de las heridas y nunca desarrolló la rabia. Y Pasteur, lejos de acabar en un banquillo como temía, fue alabado una vez más como un héroe.

Anuncio de la época de Pasteur
Por supuesto Pasteur no logró la profilaxis y protección frente a todas las enfermedades de infección contagiosa, pero su obra no defraudó y llamó la atención de un gran número de bacteriólogos de todo el mundo que acudieron a su laboratorio a trabajar con él, cuya actividad se escindió rápidamente en dos líneas de trabajo: Una continuó la búsqueda de nuevas vacunas a través de cultivos atenuados, y la otra se dedicó a teorizar sobre las bases de la inmunidad. Desde entonces se han seguido programas de elaboración de vacunas frente a la mayor parte de enfermedades infecciosas que hemos conocido. Y así, desde estos experimentos clásicos las vacunas han salvado la vida a unos 3 millones de niñxs cada año en el mundo. Y esa cifra podría al menos duplicarse mejorando las coberturas de difusión de las vacunas. Puede decirse que ningún avance de la medicina ha logrado salvar tantas vidas como las vacunas. Se ha repetido insistentemente, y ha sido reconocido por la OMS que las dos actuaciones que han cambiado la situación sanitaria mundial y que han contribuido de forma decisiva a mejorar la calidad de vida y a disminuir la mortalidad de los seres humanos, han sido por un lado la potabilización del agua y por otro las vacunas.




En los países donde se aplican de forma sistemática los calendarios vacunales y existen coberturas elevadas, las enfermedades prevenidas o bien han sido erradicadas, o su prevalencia ha sufrido una disminución extremadamente significativa. Tomemos como ejemplo el caso de España y de tres enfermedades fácilmente prevenibles por vacunación.

 La primera es la poliomielitis. Coincidiendo con la introducción de las vacunas, caen vertiginosamente el número de casos detectados de forma que a partir de 1987 prácticamente no se ha comunicado ningún caso de poliomielitis en España. También sabemos el número de casos en el año de máxima incidencia, año 1959, por encima de 2000 casos. En 1964 ya se había alcanzado una cobertura superior al 80% y los casos fueron sólo de 195 y en 2010 no se ha detectado ningún caso.

Con el sarampión ocurre algo similar. El año de máxima incidencia, 1983 se detectaron más de 300.000 casos. En 1988 se alcanzó una cobertura vacunal de más del 80% y los casos se redujeron a 22.701. En 2010 se detectaron sólo 274 y el objetivo de las autoridades sanitarias para 2015 es que el sarampión esté erradicado de España.

Y con la rubeola podemos decir lo propio. En 1983, año de máxima incidencia, se detectaron más de 150.000 casos; en 1988, lograda una cobertura del 80% el número de casos se redujo a la décima parte. En 2010 sólo se han comunicado 10 casos de rubeola y de nuevo el objetivo es que en 2015 esté extinguida en nuestro país.

Otros datos que pueden servir para ilustrar los logros de la vacunación en España son las tablas en las que se comparan la mortalidad por distintas enfermedades prevenibles por vacunación en el año inmediatamente anterior a la implantación de la vacuna y en 2008. En el caso de la tosferina la vacunación se implantó en 1961, el año inmediatamente anterior se detectaron 133 casos, de los cuales todos eran niños menores de 15 años. En 2008 sólo se dieron 5 casos, todos los casos de niñxs de menos de dos meses. Y es que a los dos meses de edad nadie está vacunado, ya que la inoculación se inicia al tercer mes del nacimiento. En el caso del tétanos los resultados son igualmente espectaculares. En 1960 se inicia la vacunación, 419 casos que se reducen a 5 en 2008, todas personas de más de 65 años que no habían sido vacunadas. El caso de la difteria, poliomielitis, sarampión, rubeola son similares, pero más espectaculares porque en 2008 no se han detectado ningún caso de ninguna de estas enfermedades.

La caída en la morbilidad en algunas enfermedades es del 100%, en el caso de la difteria y poliomielitis, y superiores al 95% en el caso de la tosferina, sarampión, rubeola, parotiditis, y superior al 90% en el caso del tétanos.



Quizás convenga hablar un poco de cuantos tipos de vacunas se utilizan en la actualidad. Se pueden hacer múltiples clasificaciones, pero lo más conveniente puede ser la clasificación que se hace en función de su fabricación, dentro de la cual las vacunas pueden ser atenuadas, las que se introducen en el individuo sano el agente infeccioso pero debilitado por algún método como los que utilizaba Pasteur o con tratamientos químicos como el uso de formaldehido. O bien pueden ser vacunas inactivadas, que son aquellas que se generan “matando” al organismo que causa la enfermedad. El organismo pierde la capacidad de producir la enfermedad pero no pierde la propiedad de proteger de la enfermedad frente al organismo activo. También hay ahora vacunas recombinantes, que se llaman así porque su fabricación está basada en la tecnología del ADN recombinante o vacunas sintéticas, que son péptidos que se sintetizan en laboratorio y que simulan algunas proteínas que tienen en su superficie los agentes patógenos que causan las enfermedades.

Y en cuanto a su uso, las vacunas pueden ser sistemáticas o no sistemáticas. Todas las vacunas que forman parte del calendario vacunal español son sistemáticas, se aplican sistemáticamente a la población. Y son no sistemáticas aquellas que se aplican a personas concretas en circunstancias concretas. Por ejemplo sería la vacunación contra el virus de la fiebre amarilla en personas que van a viajar a países donde la fiebre amarilla es una enfermedad endémica.


Ejemplos de vacunas inactivadas  por métodos físicos como calor o métodos químicos serían las vacunas contra la fiebre tifoidea, cólera, poliomielitis, gripe, etc. La ventaja que tienen es que al estar el organismo inactivado no existe el riesgo de que se padezca la enfermedad. Como inconveniente, la respuesta inmune es menos intensa que cuando se inoculan los organismos atenuados. Con frecuencia es necesaria la aplicación de dosis de recuerdo y también es necesaria la administración de coadyuvantes que ayuden a hacer la respuesta inmune más intensa.

Vacunas atenuadas, las que utilizan el organismo vivo pero debilitado, también hay muchas. Al estar el organismo patógeno vivo, se produce una respuesta inmune más vigorosa, que tiene una mayor duración, por lo que no suele ser necesario administrar dosis de recuerdo. Pero la desventaja evidente es que si la atenuación del cultivo no es eficaz, en lugar de proteger al inocular, lo que hacemos es que el individuo padezca la enfermedad. Como consecuencia de ello estas vacunas están contraindicadas en determinados pacientes, especialmente en los que presentan inmunodeficiencia primaria o secundaria, como consecuencia de tratamientos médicos o personas infectadas con el VIH o en mujeres embarazadas. Como decía, la atenuación debe ser lo suficientemente eficaz como para que el organismo pierda la capacidad de producir la enfermedad.

Vacunas recombinantes
Son cultivos atenuados los patógenos de animales que no pueden producir la enfermedad al ser humano, el caso de la viruela de Jenner es un ejemplo. También existe la atenuación por pases sucesivos en cultivos celulares o en hospedadores no naturales; son las técnicas de atenuación que realizaba Pasteur (así se prepara una de las vacunas contra la tuberculosis). También se atenúan vacunas produciendo mutaciones en el agente que provoca la enfermedad, o atenuando por recombinación, cultivando  conjuntamente dos organismos en una misma célula para lograr obtener uno que sea capaz de proteger frente a la enfermedad pero que no sea capaz de producirla.

Y estas son prácticamente las vacunas clásicas que se utilizan. También se utilizan las vacunas de subunidades, en las cuales no se inocula el organismo completo, sino una parte de él, o una parte de él que es capaz de desarrollar una respuesta inmune y por tanto protege frente a la infección. Suelen ser moléculas que forman parte de la superficie del organismo patógeno, por ejemplo determinados polisacáridos que tienen un grupo de bacterias en su superficie o determinadas proteínas que tienen los virus en su superficie que tienen la capacidad de estimular la producción de anticuerpos, es decir, de provocar una respuesta inmune frente a ellos, que luego actuarán sobre esas proteínas cuando estén en la superficie del organismo completo, y por tanto lograrán inactivarlo.

Vacuna de la gripe
Pero a pesar de los éxitos indiscutibles de la vacunación en general, siguen existiendo grupos opuestos a la misma. Desconozco si son ignorantes, osados, insolidarios, pero hay un ejemplo histórico: En 1901 se declaró en Boston una epidemia de viruela, tras la cual se inició una campaña de vacunación de carácter obligatorio. En 1902 los grupos antivacunas pidieron que se revocara la ley de vacunación obligatoria porque decían que debía primar la libertad del individuo, y éste debía decidir si se vacunaba o no. En ese clima de oposición a la vacunación, el presidente del consejo de salud del país lanzó el siguiente reto: Si hay algún adulto de los que participan en los grupos antivacunas que quiera mostrar su sinceridad en la creencia de lo que defiende, él haría posible que pudiera demostrar su convencimiento permitiéndole exponerse a la viruela sin vacunarse previamente, analizando así las consecuencias. Y un médico, el doctor Pfeiffer respondió a la oferta. Se puso en contacto con más de cien pacientes infectados por la viruela. Semanas después se confirmó que estaba enfermo de viruela y estuvo a punto de morir. Desde entonces la postura antivacunas quedó desacreditada y a partir de 1903 sólo se produjeron casos aislados de viruela en Boston, y en 1932 se declaró el último caso de viruela en esa región de los Estados Unidos. En 1980 la viruela fue declarada erradicada en todo el mundo, porque hacía 15 años que no se conocía ningún caso de la enfermedad.

Pfeiffer en la prensa de la época
Pero esos grupos antivacunas siguen existiendo en la actualidad en nuestro entorno. La diferencia con Pfeiffer es que ya no arriesgan su vida. Arriesgan la de sus hijxs, en un acto no sólo de dudosa moralidad, sino potencialmente peligroso para la salud pública.

Porque sobre las vacunaciones hay muchos mitos, algunos con más fundamento, otros con menos; algunos están producidos por la pérdida de la percepción de los efectos nocivos de la enfermedad como por ejemplo las frases del estilo “Las enfermedades infecciosas no son graves”, “Constituyen una parte normal del crecimiento”, “La disminución de las enfermedades infecciosas no es producto de la vacunación, sino de la mejora de los estándares de vida y condiciones sanitarias”, “La vacuna triple bacteriana, la que protege frente a la difteria, tétanos y tosferina, puede provocar daños cerebrales”, etc. Una monja bien conocida en España dice que en realidad las vacunas producen las enfermedades que supuestamente previenen. También la misma monja dice que las vacunas suprimen el sistema inmune. En otros casos se alude no al efecto general de las vacunas, sino a hechos concretos, por ejemplo: “Los aditivos que pueden tener algunas vacunas pueden ser tóxicos” o “algunas vacunas pueden producir el síndrome de muerte súbita en lactantes”, “algunas tienen proteínas extrañas”, etc.

Teresa Forcades, la monja antivacunas
Hay algunos mitos que han tenido más incidencia que otros, que son los que vamos a tratar ahora.

Hay unos que están relacionados con la presencia de determinadas sustancias en las vacunas. Además del agente que se utiliza para vacunar, en algunos casos se añaden conservantes, en otros casos son adyuvantes, añadidos para forzar una respuesta inmune más activa, y en algunos casos hay aditivos que son productos del proceso de fabricación, por ejemplo el formaldehido que se utiliza en el proceso de inactivación, o antibióticos que se utilizan para evitar la contaminación de las vacunas por bacterias. En algunas ocasiones hay trazas de proteínas del huevo, porque hay muchas vacunas de naturaleza vírica en las que el virus se cultiva en embriones de pollo. Los grupos antivacunas advierten de posibles efectos adversos debidos a estas sustancias.

El que más polémica ha suscitado ha sido el tiomersal, sustancia que se utiliza como conservante para evitar la contaminación por agentes patógenos de la vacuna. Y se han opuesto a esta sustancia basándose en que contiene un átomo de mercurio en su estructura molecular. El mercurio es un metal cuyos efectos tóxicos son muy conocidos. En 1956 se produjo en Minamata, Japón, un envenenamiento por un derivado de mercurio, el metilmercurio, que produjo 46 muertes y hasta 2001 había producido casi 3000 muertes. Estas intoxicaciones fueron debidas al consumo de pescado  y marisco que habían ingerido el mercurio vertido al mar por una industria química. Posteriormente en Irak, en los años 70 se produjo otra intoxicación por consumo de pan cuyos ingredientes habían sido tratados con metilmercurio, y hubo 6000 hospitalizaciones con 450 muertos. No cabe duda de que el metilmercurio es tóxico, un neurotóxico que actúa a dosis elevadas.

metilmercurio
Algo muy distinto es el tiomersal, y algunos grupos antivacunas han llegado a postular posibles efectos neurológicos en  niñxs que reciben vacunas con este aditivo. Trastornos de tipo psicomotor, déficit de atención, hiperactividad o autismo. Pero desde luego las cantidades de tiomersal en las vacunas son muy pequeñas, y los efectos que pueden producir las pequeñas cantidades de mercurio, si se concretan, son reacciones alérgicas cutáneas en el lugar donde es administrada la vacuna.

tiomersal
En 2007, Thomson y sus colaboradores hicieron un estudio exhaustivo en el que analizaron las consecuencias de la exposición al tiomersal presente en las vacunas y los daños neurológicos en niñxs comprendidxs entre 7 y 10 años. Analizaron aproximadamente 1000 niñxs vacunadxs, y en su estudio evaluaron 40 aspectos neuropsicológicos distintos y llegaron a la conclusión de que no es posible establecer ninguna relación causa-efecto entre la exposición precoz al tiomersal y el desarrollo de alteraciones neurológicas en esas edades. Por lo tanto las vacunas que contienen tiomersal no producen esas alteraciones.

En 2008 se publicó también un trabajo de Schechter en los Archivos de Psiquiatría General que demuestra que la incidencia del autismo no ha variado en los últimos años en California a pesar de que se ha erradicado prácticamente el tiomersal en las vacunas. A pesar de ello, la Agencia Europea del Medicamento y la OMS insisten en la necesidad de que se reduzca al máximo o se elimine completamente el tiomersal de las vacunas.

En el fondo el pánico al tiomersal se podría resolver con un poco de química básica. Las moléculas (tiomersal o metilmercurio) son uniones de átomos (en ambos casos contienen mercurio además de otros elementos). Lo que hace tóxico al metilmercurio es la combinación concreta que forma la molécula, no el hecho de que contenga un átomo de mercurio. Es como si ahora nos diera por considerar tóxico al oxígeno que respiramos (O2), porque contiene átomos de oxígeno al igual que el mortal monóxido de carbono (CO).

Otra circunstancia que puede provocar, al menos teóricamente, efectos secundarios, es el de la presencia en las vacunas de determinados aditivos. Son moléculas que se utilizan para estabilizar a las vacunas, por ejemplo para resistir los cambios de temperatura que puede sufrir durante el transporte o la administración. Estos estabilizantes pueden ser azúcares, como la lactosa o la sacarosa, aminoácidos como la glicina o el ácido glutámico, o proteínas como la melanina o la seroalbúmina. Y hay especial preocupación por parte de estos grupos en el caso de la administración de aditivos que son proteínas, porque en principio podrían producir efectos secundarios como reacciones alérgicas o de hipersensibilidad. Concretamente temen que la albúmina humana contenga la cepa infecciosa, el agente patógeno, y también que productos derivados de vacas puedan contener el agente que causa el mal de las vacas locas, un prión que cuando se transmite al ser humano produce una enfermedad neurológica denominada síndrome de Creutzfeldt-Jakob.

Reacción alérgica a una vacuna
En cuanto a la hipersensibilidad a la gelatina, en 1993 se publicó un caso de una chica de 17 años que había desarrollado una alergia cinco minutos después de haber recibido la vacuna triple vírica (sarampión, rubeola, paperas). La sintomatología se resolvió fácilmente administrando la medicación adecuada para reacciones alérgicas, y posteriormente la paciente declaró que le pasaba algo parecido cuando comía gelatina. Y se vio que el único componente de la vacuna que había producido esa reacción era la gelatina presente en la misma.

Esta sensibilidad a las vacunas que contienen gelatina era 20 veces mayor en Japón que en Estados Unidos. Pero en esos dos países había dos diferencias. En primer lugar, la vacuna triple bacteriana (difteria, tétanos, tosferina) en Japón contiene proteínas; en Estados Unidos no. La gelatina que se usa en Japón, también presente en otras vacunas como la triple vírica, no está hidrolizada; en Estados Unidos si. La gelatina no hidrolizada tiene un peso molecular más alto y es más eficaz produciendo respuestas alérgicas. Otros fabricantes japoneses eliminaron la gelatina de la triple bacteriana e hidrolizaron la gelatina presente en la triple vírica y la incidencia de reacciones de hipersensibilidad disminuyó y se asemejaron a las de Estados Unidos. No cabe duda de que en este caso la causante de la alergia fue la gelatina presente en las vacunas.

También cabe la posibilidad de que las vacunas sean en realidad agentes transmisores de las enfermedades de las que pretenden proteger. Y eso es consecuencia de que algunas vacunas contienen pequeñas cantidades de proteínas humanas, de seroalbúmina humana. Por lo tanto existe un riesgo teórico de que esa seroalbúmina tenga efectos infecciosos procedentes del donante. Sin embargo la FDA (Agencia de Alimentos y Medicamentos de EEUU) advierte que sólo se obtienen de donantes seleccionados, que no tienen factores de riesgo y que en la manipulación se elimina la posibilidad de transmisión de cualquier virus conocido. El resultado es que nunca se ha conocido la producción o transmisión de ninguna enfermedad vírica por medio del uso de seroalbúmina humana. Pero a pesar de ello, y para salvar las reticencias, la mayor parte de los fabricantes están sustituyendo la albúmina humana por albúmina recombinante. Introducen en una levadura el gen humano que codifica la síntesis de albúmina, la cual excreta al medio albúmina humana, que al proceder de la levadura está libre de cualquier patógeno que pudiera tener el ser humano. 

Más propaganda antivacunas
En cuanto a la posibilidad de que las vacunas provocaran el mal de las vacas locas, se planteó la hipótesis, al menos teórica, de que vacunas que tienen aditivos de origen bovino, pudieran transmitir el prión causante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Y ante eso la FDA prohibió utilizar materiales derivados de vacas que procedieran de países en los cuales se hubiera detectado la epidemia de las vacas locas. Sin embargo es una protección excesiva, ya que los priones, los agentes que causan la enfermedad, se detectan sólo en el sistema nervioso de los animales, en el cerebro, médula espinal, y si acaso en la retina. Nunca aparece en la sangre ni en otros órganos. Por tanto el suero no contiene esos priones. De hecho la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob no se transmite a través de la sangre o derivados sanguíneos. En segundo lugar los priones no se detectan en el tejido conjuntivo de las vacas, sólo en el sistema nervioso, y la gelatina que se utiliza en la preparación de las vacunas procede del tejido conjuntivo (pezuñas, piel) y por tanto es improbable, por no decir imposible, que contenga priones. Además no hay ninguna evidencia epidemiológica que apoye el hecho de que las vacunas hayan provocado la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.

También se ha hablado de que algunas vacunas tienen restos de la manufacturación, concretamente del formaldehido que se usa para la inactivación del agente patógeno. El formaldehido, a altas concentraciones es un agente mutágeno, que daña al ADN, y puede llegar a causar lesiones cancerosas en células in vitro. Sin embargo nunca se ha encontrado que el formaldehido produzca cánceres en animales superiores ni mucho menos en humanos, incluso sometiéndolos a altas concentraciones y de manera prolongada. Es verdad que en algunas vacunas está presente, pero en cantidades extremadamente pequeñas, inferiores a 0,1 mg por dosis, insuficientes incluso para alterar a las células in vitro.

Lo mismo podría decirse de la utilización de antibióticos o de la presencia de algunos productos procedentes de la manufacturación como por ejemplo las proteínas del huevo. Existen algunas vacunas que se cultivan sobre embriones de pollo. El virus crece ahí, luego se retira, se inactiva, y con eso preparamos la vacuna. Por tanto en algunas vacunas, por ejemplo la vacuna contra la gripe, puede contener pequeñas cantidades residuales de proteínas de huevo, siempre inferiores a 1 mg por dosis de vacuna. Pero son cantidades suficientes como para producir reacciones alérgicas que pueden ser graves o incluso mortales en niñxs que tengan alergia al huevo. Se calcula que la alergia al huevo afecta al 0,5% de la población. Es un riesgo real que puede prevenirse en niñxs cuya alergia al huevo esté acreditada siguiendo pautas específicas y vacunándolos bajo especiales cuidados médicos.

Cultivando vacunas en embriones de pollo
Luego hay otras vacunas, que se cultivan en el saco vitelino de embriones de pollo, como por ejemplo la vacuna del sarampión, que puede contener también proteínas de huevo; la vacuna frente a la parotiditis, que se cultiva en células procedentes del huevo mantenidas en cultivo. Pero en estos casos las cantidades de proteínas de huevo son hasta 500 veces más bajas que las que contiene la vacuna de la gripe y no son suficientes como para desencadenar una respuesta alérgica, ni siquiera leve. En cualquier caso, niñxs que tengan problemas con las proteínas del huevo deben ser vacunados con las debidas protecciones.

Y luego hay una serie de reacciones que se asocian con vacunas en concreto. Por ejemplo, algunos han tratado de establecer una relación en la vacunación de la hepatitis B con la aparición de esclerosis múltiple. En Francia algunos médicos comentaron que había habido un incremento de casos de esclerosis múltiple como consecuencia de campañas vacunales contra la hepatitis B. Pero se han llevado a cabo estudios muy exhaustivos, entre los que hay que destacar dos; uno en el que se ha tratado a personas afectadas por esclerosis múltiple, y se han visto los casos de brote que se han producido en esas personas inmediatamente antes e inmediatamente después de la administración de la vacuna. Se trataron 643 pacientes y se ha mostrado una frecuencia de recaída en el 0,6% de ellos en el periodo inmediatamente posterior de la vacuna, y de 0,9% en el periodo inmediatamente anterior a la vacuna. Por consiguiente no hay ninguna relación entre la aparición de esos brotes y el hecho físico de la vacunación. En el otro estudio se trataba de verificar si la frecuencia de esclerosis múltiple era mayor en personas vacunadas respecto a las que no lo estaban. Se hizo con mujeres, con 118 enfermas y 1540 mujeres sanas. Se sometieron a la vacunación, y de ese trabajo no se pudo establecer una correlación entre la vacuna y la esclerosis múltiple. Y como dice la OMS y distintos comités de expertxs, no tiene ningún sentido relacionar la vacunación contra la hepatitis B con la esclerosis múltiple ni con cualquier otro factor neurológico.


Y este sí que lo habrás oído, el que las vacunaciones producen autismo en niñxs. Y eso es así porque en 1998 Wakefield, un médico inglés, describió en 8 de 12 niñxs que habían ingresado por algunas afecciones del aparto digestivo, trastornos en el comportamiento que estaban asociados al autismo. Según este doctor, este cuadro se puso de manifiesto poco después de recibir la vacuna triple vírica y plantearon la hipótesis de que la vacuna podía ser la causa que desencadenó el síndrome. Eso creó en el Reino Unido una alarma social importante que llevó aparejada una caída de la cobertura de vacunación de la triple vírica. Eso supuso una significativa falta de protección de la población, y la reaparición de enfermedades que hasta entonces estaban controladas por la vacunación. Y todavía en Reino Unido y en España hay personas opuestas a las vacunas que siguen anunciando que la vacuna triple vírica provoca autismo en  niñxs. Sin embargo en 2002 se publicó en el New England un trabajo hecho en Alemania en el que se habían analizado 500000 nacidxs entre 1991 y 1998. El 80% estaba vacunado con la triple vírica y el 20% restante no lo estaba. Este trabajo demostró definitivamente que el riesgo de padecer autismo es el mismo entre la población vacunada que entre la no vacunada. ¿Qué ocurre? El autismo se suele diagnosticar en los primeros años de vida, que coincide con la edad en que se administra la vacuna. Y es fácil encontrar una aparente relación entre la vacuna y la aparición de la enfermedad. Lo  que resultó definitivo es que Wakefield y la revista en la que publicó sus trabajos pidieron en 2006d isculpas por el escaso rigor de las publicaciones que habían llevado al engaño a la comunidad científica y a la sociedad.

Wakefield atentando contra la salud pública
Muchos otros ejemplos se nos quedan en el tintero. Aún así, podemos concluir que es obvio que las vacunas  pueden suponer algunos riesgos. De hecho ninguna actividad humana está exenta de riesgos. Por ello se hace esencial comparar la frecuencia e intensidad de las reacciones que las vacunas producen con las consecuencias de las enfermedades naturales que son prevenidas por ellas. Y claramente la relación riesgo/beneficio siempre está a favor de la vacunación. Comparemos los riesgos de la vacuna triple vírica (sarampión, rubeola, paperas) y los riesgos de las enfermedades que previenen. El sarampión produce neumonía en uno de cada 20 pacientes afectados, encefalitis en uno de cada 2000 y la muerte en uno de cada 3000 niñxs infectadxs. La parotiditis (paperas) provoca encefalitis en uno de cada 300 niñxs y la muerte en unx de cada 10.000 afectadxs. La rubeola provoca encefalitis en uno de cada 1000 casos y abortos espontáneos o recién nacidos muertos en un 20% de mujeres embarazadas infectadas. Es decir, las enfermedades que se previenen no son ni mucho menos triviales.

El riesgo de la vacuna es la aparición de encefalitis o reacción alérgica en uno de cada millón de casos. Es evidente que la relación existente entre riesgo y protección es favorable a la vacuna.

Y lo mismo se puede decir de la triple bacteriana. La difteria acaba en muerte en uno de cada 20 afectados, el tétanos en uno de cada 300, la tosferina en uno de cada 200, pero además en 1 de cada 8 produce neumonía y en 1 de cada 20 encefalitis. Los riesgos de la vacuna que se hayan descrito son llantos continuos y recuperación posterior en un bebé de cada 100, convulsiones o shock con recuperación posterior en 1 de cada 750, encefalopatía aguda entre 0 y 10 de cada millón y en ningún caso se ha demostrado que la vacunación contra la triple bacteriana provoque muerte en lxs niñxs vacunados.

Cobertura vacunal en España
Pero es ahora cuando tengo que lanzar las preguntas del millón: ¿Cómo combatir a estos movimientos antivacunas que tanto daño están haciendo a la salud pública? ¿Cómo asegurarnos de que la salud de lxs niñxs no se vea afectada por la negligencia de determinadas familias?

Las respuestas no hemos de encontrarlas en las descalificaciones ni en imposiciones morales. De nada sirve que califiquemos a las familias antivacunas de irresponsables o egoístas, así no conseguiremos que vacunen a sus hijxs. Desde el mundo de la investigación científica se confía en que una mejora en la calidad y seguridad de las vacunas acabe con las inquietudes y recelos existentes. En ese sentido soy pesimista, creo que resultará imposible llegar a unos niveles ideales en cuanto al desarrollo de las vacunas, ya que siempre surgirán nuevas enfermedades y las vacunas que se descubran siempre tendrán que ser mejoradas.

Creo que el error reside en que solemos entender el problema de las vacunas como algo estrictamente científico, cuya solución debe hallarse en el ámbito científico. Pero la realidad no es tan sencilla, el análisis de la situación hay que enfocarlo desde diversos puntos de vista, sociológicos, históricos, psicológicos, políticos y económicos. Y una vez entendida esa realidad es cuando podemos hacerle frente con medidas eficaces e interdisciplinares.

Yo no tengo ni los conocimientos necesarios (ni la osadía) como para dar aquí con las soluciones. Me limitaré a lanzar algunas reflexiones que puedan servir a un sano debate:

·         Las vacunas han “muerto” de éxito. Han resultado ser tan eficaces en la erradicación de tantas enfermedades que el público ha dejado de percibir como riesgo el contraer la enfermedad, pasando a preocuparse por aspectos secundarios de la vacunación. ¿Cómo hacer para no relajarnos?

Efectos de la polio sobre el crecimiento y la locomoción
·         Desconozco si la industria farmacéutica tiene vocación social, lo que posee obviamente es ánimo de lucro, y como cualquier sector empresarial en la economía de libre mercado siempre buscará aumentar su tasa de beneficio. ¿Pueden chocar los intereses de la salud pública con los de la industria farmacéutica? ¿Mejoraría la imagen de las vacunas si fueran gestionadas desde el sector público?

·         Los brotes epidémicos de algunas enfermedades suponen unos gastos enormes a la sanidad pública, en concepto de hospitalizaciones y tratamientos. Si alguien es libre de no vacunar a sus hijxs, pero se descubre que fue la acción causante del brote, ¿debería poder pasársele la factura?

·         En toda la Educación Secundaria, las editoriales apenas dedican una página de un libro de texto de 2º de ESO a tratar el fenómeno de las vacunas y antibióticos. ¿Hechos tan fundamentales que han salvado millones de vidas merecen esa atención en el sistema educativo?

·         Las autoridades sanitarias no han sabido adaptarse a la revolución de Internet y las redes sociales, donde el flujo de información, bulos y opiniones de los movimientos antivacunas es claramente superior al de las campañas en pro de la vacunación. ¿Seguirá siendo suficiente el panfleto en el centro de salud o la charla en el colegio?

·         El desmantelamiento de la Sanidad Pública hace disminuir la calidad de las prestaciones y la atención al paciente. La falta de trato humano, la nula labor pedagógica de lxs profesionales sanitarixs generan el caldo de cultivo ideal para lxs “profesionales alternativxs” que recomiendan la no vacunación.

·         ¿Debería ser ético o legal que un profesional de la salud hiciera apología de la no vacunación, ya sea en su consulta pública o privada? ¿Qué no sigan las recomendaciones de las autoridades sanitarias ni del calendario vacunal? Esto es importante ya que muchxs pediatras que han abrazado tesis pseudocientíficas siguen siendo consideradxs autoridades sanitarias para muchas personas.

·         ¿Deberían ser obligatorias algunas vacunas? ¿La libertad individual debe considerarse sagrada aunque pueda repercutir negativamente en la salud y libertades públicas? Hay países en los que se practica la vacunación obligatoria como un fenómeno lógico y racional. También existen centros públicos, como guarderías, que no aceptan el ingreso de niñxs que no estén vacunados, como medida de protección para el resto de niñxs y la sociedad en su conjunto.

Sin pinchazo no hay guardería


Concluyo compartiendo la opinión de la OMS, y es que a pesar de los riesgos y las modas,  hay muchos motivos para creer que la inmunización seguirá siendo durante mucho tiempo uno de los pilares fundamentales de la salud pública.

*Este artículo está basado en su mayor parte en la conferencia que el Catedrático de la Universidad de La Laguna, Don Ángel Gutiérrez, impartió en las Jornadas "Salud y Ciencia", organizadas por el Aula Cultural de Divulgación Científica de la ULL en el Museo de la Ciencia y el Cosmos el 7 de Mayo de 2013.

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