martes, 16 de abril de 2013

¿Eres darwinista? No estás sola, ¡Sal del armario!*


De mi etapa como profesor saqué una importante lección, y es que partimos de demasiados supuestos acerca de los conocimientos que creemos  posee el alumnado. En el caso particular de mis clases de ciencias naturales yo trataba conceptos como “evolución” o “selección natural” como si  se hubieran ido asimilando poco a poco a través de los años. Pero que va,  les sonaba a chino y lamentablemente creo que muchas (a partir de ahora en femenino, refiriéndome a personas) siguen sin pillar una de las teorías más revolucionarias de la historia de la humanidad, clave para entender el desarrollo de la vida en la Tierra y el papel que los seres humanos desempeñamos en la misma.

Tal vez al Darwinismo como teoría le pase lo mismo que a la ley  de la Gravitación Universal o a las leyes de Conservación de la Masa y la Energía. Se dan por hechas. Tanto que las docentes y divulgadoras hemos descuidado su exposición a la sociedad, corriendo el riesgo de que sean malinterpretadas o simplemente olvidadas. Yo mismo he de reconocer que casi todo lo que sé de evolucionismo lo he aprendido en estos últimos años; no tengo recuerdo de haberlo estudiado en el colegio (más allá de lo puramente anecdótico).

En este artículo voy a hacer un repaso por los puntos  principales de la teoría de la evolución por selección natural, haciendo énfasis en sus elementos más curiosos y en los aspectos que han sido tergiversados a lo largo de los años,  terminando con la influencia que tuvo en el cambio de la visión que ser humano poseía de sí mismo. Todo ello con la finalidad de que al refrescar en nuestras mentes las bases del evolucionismo moderno estemos vacunados contra visiones del ser humano acientíficas y antropocéntricas.


La realidad es una. Y es que  la Tierra puede albergar más 30 millones de especies de seres vivos diferentes, aunque “sólo” se han catalogado en torno a 2 millones. Pero la velocidad con la que se descubren nuevas especies nos permite aventurar  que apenas conocemos una quinceava parte de lo que realmente sobrevive  más allá de nuestras ventanas.

Ante semejante biodiversidad, durante siglos los seres humanos nos hemos hecho las siguientes preguntas: ¿Por qué existen en la Tierra tantas especies distintas de seres vivos?, ¿han existido siempre? ¿Cómo surgieron, cómo cambiaron?

La respuesta racional y científica (otras basadas en dogmas de fe ya existían hacía tiempo) la dio un naturalista inglés llamado Charles Darwin en 1859 con la publicación de un tochazo llamado “El origen de las especies”, en el cual expuso su visión del origen y evolución de la biodiversidad en nuestro planeta. Muy por encima, y con las aportaciones de la genética en el siglo XX, va de lo siguiente:

Watson y Crick descubriendo la estructura del ADN
Todos los seres vivos tenemos en el interior de nuestras células la base de datos que nos define, en forma de una molécula con forma de doble hélice llamada ADN. Dentro de ella existen los famosos genes, trozos de la cadena que contienen un tipo de información concreta, codificada (número de extremidades, color de los ojos, cola si/cola no, etc.). Esa información se hace realidad en los ribosomas, unos orgánulos celulares que convierten esos jeroglíficos en distintos tipos de proteínas, las cuales exteriorizan la información dando lugar a los rasgos y características de cualquier ser vivo.

En el proceso de reproducción sexual de los individuos, la información genética que heredará el futuro hijo será una aportación de los dos progenitores. Obviamente eso significa que el individuo no será en ningún caso idéntico a uno de los progenitores, pero por lo general sus características oscilarán entre los caracteres de uno o del otro.

Digo por lo general porque aquí viene la clave que nos ayudará a entender la explosión de biodiversidad que inunda el planeta. En el proceso de formación de los gametos (óvulos o espermatozoides) pueden ocurrir errores de transcripción en las copias de ADN, las llamadas mutaciones, de tal modo que el cigoto, la célula resultante, tendrá una entidad propia, distinta, más allá de lo aportado por los progenitores.

Con Lamark hay voluntad, con Darwin adaptación al medio
Está variación genética no depende del individuo, y tampoco está orientada a adaptaciones específicas. Es un proceso totalmente determinado por el azar. Una de las primeras teorías evolutivas, el lamarckismo, insistía en que los animales responden creativamente a sus necesidades y transmiten los caracteres adquiridos a su descendencia. Las jirafas estiraban su cuello en respuesta a una necesidad, y esa voluntad se transmitía de padres a hijos.

Pero nada más lejos de la realidad. Nuestra actual comprensión de las mutaciones genéticas sugiere que Darwin tenía razón al mantener que la variación no va dirigida en direcciones favorables o desfavorables. Simplemente existe esa variación, sin adjetivos.

Continuemos. Sobre la variación se aplica la selección. ¿Quién o qué selecciona?: El medio ambiente (lugar físico,  condiciones climáticas, etc.). Éste tolera a las poblaciones cuyas variaciones genéticas se adapten mejor al mismo, dándoles un mayor éxito reproductor.

Cada pinzón se adaptó a una tipo de alimento (ambiente)
Lo explico mejor con un ejemplo. Suponte que nace un ser humano con los dedos de los pies pegados mediante finas membranas, como los patos. Está claro que si su madre o su padre no poseían esa característica morfológica tuvo que ser consecuencia de una mutación genética. Ahora bien, ¿fue una mutación dependiente de la voluntad de los progenitores? ¿Es beneficiosa o perjudicial para el chiquillo?

Que yo sepa hasta ahora, el hecho de que alguien quiera que su hija tenga membranas en los dedos de los pies no implica que las vaya a tener. Eso no depende de nadie. En cuanto a si es una mutación buena o mala, pues depende del ambiente. Si  viviera en un mundo post-apocalíptico de continentes inundados, tendría unas ventajas brutales para desplazarse por las aguas, y en consecuencia la variación genética le beneficiaría. Si la mala suerte le hubiera hecho nacer en un mundo al estilo del malpaís de güimar, pues imagínate las expectativas de vida del chaval o chavala…

En resumen, los individuos con mutaciones genéticas favorecidas por un ambiente determinado tienen más probabilidades de sobrevivir que los que no las tienen. Del mismo modo tendrán más posibilidades de reproducirse y dejar en herencia a su descendencia dicha mutación.

Evolución en la familia de los elefantes
¿Es así como se genera una nueva especie? No, pero podría ser un primer paso. El hecho de que un individuo posea un rasgo que lo diferencie del resto de su comunidad no lo hace pertenecer a otra especie. Para que eso ocurra tienen que acumularse las suficientes mutaciones como para que el individuo pueda ser calificado como de otra especie, y eso no ocurre de una generación a otra.

Si en el mundo encharcado de antes (¿se acuerdan de Waterworld de Kevin Kostner?) se van añadiendo pequeñas mutaciones al árbol genealógico del niño-pato, como por ejemplo un aumento del grosor de la piel para evitar la pérdida de calor, la reducción de las orejas para hacer el cuerpo más hidrodinámico, mayor capacidad pulmonar para aguantar más tiempo debajo del agua, etc., podríamos conseguir un individuo tan cualitativamente distinto a los ancestrales padres del niño-pato que podría quitarse la etiqueta de homo sapiens para catalogarse en una nueva especie.

Ejemplo de mutación favorable al medio
¿Qué ha ocurrido en este cinematográfico ejemplo según la teoría de Darwin? Pues que se han sucedido varios procesos encadenados de variación genética durante cientos de miles de años. Las variaciones que mejor se adaptaron al medio ambiente (todas las relativas al medio acuático) fueron favorecidas y perpetuadas a través de las generaciones. Este último proceso es el que solemos conocer como selección natural, y transcurre a una escala de tiempo que la hace imperceptible para el ser humano.

Por ahora todo suena muy bonito; una historia de progreso en la que el ser humano se ha ido adaptando hasta convertirse en un ser pato. Pero lamentablemente el guión de la evolución es más dramático de lo que parece a simple vista.

tracción a las cuatro patas
Cuando uno explica de forma sencilla la selección natural suele centrarse en los ejemplos de mutaciones favorables. ¿Pero acaso son las únicas que existen? Al tratarse de un proceso determinado por el azar, obviamente no. Nacer sin piernas, sin ojos, con dos cabezas, no son las mejores mutaciones que pueden tener los humanos hoy en día. La selección natural barre de la faz de la tierra esas mutaciones a través de la muerte prematura del individuo y de la imposibilidad de transmitirse por medio de la reproducción.

Incluso algunas mutaciones que eran favorecidas por el medio ambiente pueden convertirse de la noche a la mañana en incompatibles con la vida si el medio ambiente cambia drásticamente. El meteorito que acabó con los dinosaurios generó un ambiente que benefició a las mutaciones de los mamíferos y perjudicó a las de los dinosaurios. El resto es historia…

De lo expuesto anteriormente se desprende que las extinciones, al igual que la especiación (formación de especies) y la evolución, son procesos independientes de la voluntad de los individuos. Las mutaciones genéticas siempre se están dando, y lo hacen sobre un escenario (medio ambiente) que está en continuo dinamismo, a través de los cambios climáticos, deriva continental, inclinación del eje de rotación terrestre, etc. Las variaciones climáticas que se han ido sucediendo a lo largo de la historia de la Tierra han generado la extinción y formación de especies. A través de la selección natural, por supuesto.

De sobra sabes que la forma que más se ha utilizado para representar el proceso de evolución por selección natural ha sido la de un árbol, en el que la altura representa el tiempo transcurrido (la copa el es el presente y la base del tronco el origen de la vida) y las ramificaciones el proceso de formación de especies. He de hacer un par de puntualizaciones por el bien de su interpretación. Es cierto que en la base debe haber pocos individuos, o más bien uno: teóricamente todos los seres vivos de la Tierra provenimos de LUCA (last universal common ancestor), una estructura  que habitó el planeta hace 3.500 millones de años, la primera  capaz de autorreplicarse dentro de una membrana (el cómo surgió la vida será motivo de otro post, aquí me centro en cómo evolucionó). El problema viene en que la mayoría de los árboles evolutivos son mostrados con ramificaciones que continuamente están divergiendo, dando a entender que cada vez hay más especies. Y eso no es cierto: debes imaginarte la vida en la Tierra como un árbol que en un momento determinado posee muchas ramas, pero de repente la mayoría dejan de crecer (extinciones) y sólo unas cuantas ramitas continúan hacia arriba para posteriormente ramificarse de nuevo (especiación)… ¿Te imaginas un árbol así? ¡La verdad es que cuesta!
el ejemplo de la derecha es el que más se ajusta a la realidad

Otra cosa sobre los árboles de la vida. Que algo esté arriba no implica que sea mejor, ni más evolucionado que lo de abajo. La posición en el árbol sólo te da la información de la época en que vivió una determinada especie. Un trilobites del Cámbrico de hace 500 millones de años (en la mitad del árbol) estuvo igual de adaptado a su medio que un ser humano en la actualidad (copa del árbol). Cada milímetro del árbol se corresponde a un ambiente concreto en un tiempo concreto, y las ramas que están a esa altura son las mejores posibles.

Es raro que un ser humano no meta la pata de vez en cuando, y Darwin no era una excepción al respecto. Charles era  gradualista. Creía que la evolución era un proceso ordenado y majestuoso, que operaba a una velocidad tan lenta y constante que ninguna persona podía tener  esperanza de observar su efecto en el transcurso de una vida.

Pero se equivocaba en parte. El registro fósil siempre ha señalado un hecho: En los yacimientos aparecen durante largos periodos geológicos un mismo tipo de especie, sin apenas variaciones. Pero de golpe, en el siguiente estrato, aparece una especie completamente distinta.                                              
Darwin achacaba esta incomodidad a lo precario del registro fósil, pensaba que los eslabones intermedios existieron pero sus fósiles no se conservaron. Vamos, que en lugar de reestructurar un poquito su teoría, se dedicó a echar la culpa al proceso de fosilización…
Registro fósil, a saltos!

 A día de hoy existen las suficientes evidencias fósiles como para enterrar el gradualismo lento y constante de Darwin. Siguiendo un linaje determinado, existen periodos de cambio rápido (de cientos a miles de años) donde se produce la especiación, intercalados en lentos periodos sin apenas cambios (millones de años). Esta es la razón por la que no podemos encontrar infinitos eslabones intermedios en el registro fósil de una especie. Podría decirse que la historia de la vida no es reformista, gradual; sino a saltos, revolucionaria.

Con esta parte termino el repaso a las cuestiones generales del darwinismo. Será responsabilidad de otro post profundizar en otros aspectos complementarios a la selección natural, como la selección artificial, la selección sexual, la evolución cultural, etc. Asimismo trataré los fenómenos históricos en los cuales algunos grupos han usado tristemente la etiqueta “darwinista” como punta de lanza de sus intereses, como es el caso de la eugenesia o el darwinismo social.

Pero vayamos a lo trascendental. Sin saberlo, Charles Darwin no sólo revolucionó el mundo de la biología, sino que acabó por enterrar la antigua cosmología que orbitaba en torno al ser humano.


La tumba de dicho antropocentrismo la empezó a cavar Nicolás Copérnico, con su teoría heliocéntrica. En base a sus observaciones astronómicas, descubrió que no era la Tierra el centro del Universo, sino que habitábamos en uno de los varios planetas que orbitan en torno al Sol.

De todos modos, aunque dejáramos de vivir en la capital del Universo, las viejas élites religioso-aristotélicas seguían relativamente tranquilas, ya que su posición en la Tierra permanecía inalterada: Éramos la especie elegida, formada a imagen y semejanza de un Creador. Los hombres y mujeres siempre habían sido como lo son ahora, y nada teníamos que ver con el resto de los animales.

Tal vez el anuncio de Darwin causó en la humanidad el mismo estupor que sentí yo cuando con pocos años me enteré de que la dulcería de mi barrio no era la única en el mundo. Nos sentimos engañadas, perdimos esa exclusividad que nos otorgaba la religión y el geocentrismo. La biología y la paleontología no han podido encontrar evidencia alguna de un origen especial distinto al del resto de las formas de vida de la Tierra: Somos una especie más entre 30 millones.

Ni siquiera somos dueños de nuestra evolución, ya que la  evolución carece de propósito. Carece de dirección; no lleva inevitablemente a organismos superiores. Los organismos se limitan a adaptarse mejor a su entorno local y eso es todo. Darwin sentenció una vez: “La degeneración de un parásito es tan perfecta como los andares de una gacela.” El naturalista inglés aplicó una consistente filosofía materialista a su interpretación de la naturaleza. La materia es la base de toda existencia; la mente, el espíritu, e incluso Dios no son más que palabras que expresan los maravillosos resultados de la complejidad neuronal.

La perspectiva evolutiva de Darwin es el mejor antídoto para nuestra arrogancia cósmica. Ni el mundo se creó en siete días, ni el ser humano se creó tal como ahora lo conocemos. Ni la Tierra es el centro del Universo, ni el Sol gira alrededor de ella. Apenas tenemos unos cuantos siglos de supuesto “éxito” en la Tierra, ¿aguantaremos así cientos de miles o millones de años como hicieron los dinosaurios? Da igual realmente, lo hagamos mejor o peor nos extinguiremos como cualquier otra especie.

Estamos hechos de miríadas de pasos, cada uno necesitado dl anterior, y cada uno improbable de por sí. Sólo la inmensidad del tiempo pudo garantizar el resultado, ya que el tiempo convierte lo improbable en inevitable.

Hay gente a la que esta descripción del ser humano le resulta verdaderamente deprimente.  ¿Por qué estamos aquí entonces? ¿Cuál es nuestra finalidad? No son preguntas estúpidas, y la respuesta no hay que buscarla en la naturaleza ni en seres sobrenaturales.  Asúmelo, no estamos en el centro de nada ni somos el colofón de la evolución de las especies.

Yo lo tengo claro. Puede que seamos una especie insignificante en un Universo casi infinito, al que le importa bien poco quiénes somos ni de dónde venimos.  Puede que no hayamos sido creados por un ente consciente y sobrenatural.  La consciencia que nos ha hecho sentir tan especiales no es más que un resultado casual de la selección natural. Y aún así, tan frágiles, hemos sido capaces de amar, de imaginar el origen de las cosas, de ser intransigentes y de odiar con locura.

¿A dónde vamos? Busca dentro de ti, en las personas que más quieres y en las cosas que aún te quedan por hacer. Ahí está el sentido de la vida. De tu vida, ¿No es emocionante?


*El artículo está inspirado en la lectura de la obra del paleontólogo y divulgador científico Stephen Jay Gould, y en el libro que más me impactó, “La vida maravillosa”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario